KTM 1050 y 1190 Adventure: Paseo a la selva en moto
Hace unos meses atrás soñamos con hacer otro viaje juntos en moto a algún destino en Perú. El país es tan amplio y diverso que la decisión adonde irse resultó un poco complicado. Mi esposo quiso irse al sur, pero yo al norte. Al fin, la carrera de Zick Hare Scramble que tuvo lugar en Oxapampa nos salvó de debates repetidos. Nos fuimos a cubrirla para la revista PerúDeportes, y viajamos en motos, con el plan de ampliar la vuelta un poco hacia el sur. KTM Socopur en Lima nos prestó dos motos KTM, la 1190 Adventure para mi esposo, y la 1050 Adventure para mí. Qué tales fierrazos, pensaba, muy contenta con esta selección. Pero pronto una pequeña duda en mi oído me intimidó contándome que hasta la fecha solo montaba motos hasta 800 cc y que, además, no manejaba ni diez kilómetros desde hace un tiempo. Bueno, felizmente, las pequeñas dudas son fáciles de ignorar. En la madrugada del 25 de agosto armamos las motos y nos fuimos para cruzar los Andes.
De la carretera central a Oxapampa: Entre desesperación, asombro y encanto
Salimos tempranito de Lima, acompañados por una llovizna insistente que nos mojó durante los siguientes kilómetros. Puse la moto en el modo “lluvia” y empecé a acomodarme a ella. Rápidamente me encontraba a mis anchas con la KTM 1050 y llegué holgadamente a todos los sitios necesarios sin tener que adoptar una postura forzada. Así, amistándonos más y más, ganamos altura, hasta que en Chosica no solo nos encontramos con el sol, sino también con el tráfico ejemplar de la Carretera Central y unos amigos atrapados en sus carros en él. Con las motos pudimos adelantar este desfile interminable de camiones y buses, luchando por cada kilómetro. La moto me lo hizo fácil y se sintió bien suave, empezando por la manija de embrague (que tuve que usar mucho en estos kilómetros), siguiendo por el cambio, que pude accionar con soltura. Además, la KTM 1050 no se siente tan ancha como otras trail de los mismos centímetros cúbicos y no tuve la impresión de estar llevando una moto grande y aparatosa por el pesado tráfico. Pero aun así, cuando llegamos a Ticlio, me sentí agotada y vulnerable como un ermitaño sin su concha entre toda esta desesperante cantidad de camiones. Y, como cada vez cruzando los Andes por Ticlio, me agarró este sentimiento de asombro e intimidación por su imponencia, su única carretera angosta siendo un ojo de la aguja en la conexión oeste-este, siempre en peligro por la todopoderosa montaña.
Volar libremente por el paisaje
Después de La Oroya, al Cruce las Vegas, me empezó a entrar por fin este sentimiento motero especial, de volar libremente por el paisaje, de oler y vivir la naturaleza, sintiendo los movimientos de la moto con cada movimiento mío, entrando en las curvas, acelerando en las rectas. Gozamos ver estos pastos extensos de ichu con sus llamas y ovejas con muy poco tráfico en la carretera. La bajada hasta Tarma fue un sueño de curvas con un ambiente casi mediterráneo. Justo para el almuerzo llegamos a la Hacienda La Florida en Tarma, una referencia encantadora con tres siglos de historia y con un jardín que parece haber nacido de un cuento de hadas. Los dueños, Inge, compatriota mía alemana, y Pepe, su esposo, como siempre nos dieron una cálida bienvenida, muy buena comida, y un cuarto amplio y cómodo para relajarnos.
Con muy buenas vibras seguimos al día siguiente el camino a Oxapampa. Y ya en los primeros kilómetros reencontré el sentimiento motero del día anterior. La carretera estaba casi libre de tráfico y llena de curvas con vistas hermosas a la naturaleza de la ceja selva. Usé la moto en modo carretera (me enteré que esto significa usar los 95 CV con una entrega progresiva y una configuración del control de tracción conservadora), viajaba con una velocidad cómoda entre 80 y 120 km/h y la moto se sentía ligera, ágil, bien controlable y moverla en las curvas con su ancho manillar fue un juego de alegría. Demasiado rápido se acercó Oxapampa, donde estacionamos nosotros y las motos, con buenos amigos, y gozamos unos dos días con ellos la vida oxapampina, con su rica gastronomía, su arquitectura alemana y tirolesa, como es visible en la iglesia Santa Rosa en la Plaza de Armas y de su abundante naturaleza. El sábado nos fuimos a cubrir un evento especial en Oxapampa: la carrera Hare Scramble – Copa Tecnimotors 2016 de ZICK.
De Oxapampa a Concepción
El lunes arrancamos las motos y nos fuimos rumbo a Concepción (Huancayo), cruzamos de nuevo el valle caliente y tropical del río Chanchamayo y después de Tarma entramos al hermoso valle de Jauja, Junín, con su extenso paisaje de alturas con pastos ligeramente ondulados y cubiertos de rocas e ichu. Ahí las curvas son abiertas y muchas rectas entre los pocos pueblos invitan a contemplar el hermoso paisaje. En Jauja paramos para ver la bella laguna de Paca. Aunque no suelo correr y mi necesidad de llegar a límites en cuanto a velocidades se ubica en un nivel considerablemente más bajo que la de mi esposo, me provocó probar la configuración deportiva de la KTM 1050 en estas carreteras. De frente se notó otra aceleración, la moto respondió más rápida y contundente. Sí, la KTM 1050 da gusto! Y durante unos kilómetros me fui con buena velocidad y alta concentración, siempre escaneando los bordes de la carretera por llamas, ovejas, chanchos y camiones que podrían tener el deseo de cruzar. Ya entrada la tarde llegamos al lindo Hotel Huaychulo, en Concepción, donde unas alpacas bien amables y curiosas nos recibieron y nos acompañaron hasta que cerramos las puertas para dormir.
En la siguiente edición contaremos acerca de nuestro viaje a Lima cruzando la hermosa y señera Reserva Paisajística Nor Yauyos! continuación aquí!